26 de mayo de 2008

Blogonovela I: 4. El corto adiós

A la mañana siguiente, vio que no sólo el pendiente había desaparecido, sino también el dinosaurio, que siempre había estado allí.

¿Qué le estaría pasando a Tulli? ¿Habrá sido el calzonazos de Pere, pensó? ¿Habrá sido la guarra de Margarideta?

Se le ocurrió llamar a Philip Marlowe para que se ocupara de tamaña desfachatez, alguien con el nivel de nicotina y la embriaguez propios de un detective de verdad.

Pero es que, para su desgracia, Philip Marlowe no es un detective de verdad.

De repente, una noche lluviosa, vio que la luz penetraba por el umbral de su casa. Se levantó del chaise longue, sigiloso.

Y pidió en silencio, implorante y desesperado, que alguien continuara su historia.

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