18 de julio de 2008

La diferencia entre la fe y la ciencia

Empezar con el título de una canción de Fangoria no es banal ni, por supuesto, casual para el tema que ocupa esta entrada. En realidad, el abismo que separa el --¿buen?-- gusto establecido (a sabiendas de que la misma palabra "gusto" es, de por sí, peligrosa) de la estética más nihilista ni es tan grande ni tiene mucho sentido discutirlo aquí.

Ayer, en una pequeña tertulia improvisada al lado de unas cervezas y de mi té con limón (operación bikini, hermanos), se preguntó cuál era la diferencia entre abstracto y figurativo. Ah, las grandes preguntas. Quiénes somos, adónde vamos, de dónde venimos, qué diferencia lo abstracto de lo figurativo. Bueno, y también por qué Rubén compara David Bowie con Bryan Adams, pero ése es un misterio que ni siquiera pienso intentar resolver. Sea como fuere, todos podemos participar en intentar dilucidar qué coño separa lo abstracto de lo figurativo porque, for all I know, si en el mundo no hay absolutos en el arte aún menos. Y es que, puesto que la lengua crea realidades, diferentes lenguas crearán también diferentes realidades; si no, no sería tan chungo traducir del alemán. Así pues, abstracto, abstrait, abstract, remiten a cosas que pueden parecerse, pero en ningún caso son traducciones absolutas de lo mismo.

Si abstraer es sacar algo de su contexto, estar abstraído es separar tu mente de tu cuerpo --por decir algo--, etc., entonces tomar un caballo y meterlo en un coche sería un acto de abstracción. Pero eso sería reducir las cosas demasiado. Yo no sé exactamente qué se puede considerar totalmente abstracto y qué se puede considerar totalmente figurativo. En fin, nadie se atrevería a decir que Piet Mondrian hacía figuración. Pero entonces tampoco podemos decir que la Flagelación de Piero della Francesca sea una obra completamente figurativa. ¿Significa entonces que toda obra en la cual puedan reconocerse objetos, elementos y personajes que forman parte del mundo visible es figurativa? ¿Significa entonces que toda obra donde sólo vemos cuadritos, redonditas, formas que no corresponden al espectro de lo tangible o sencillamente enormes paneles de color, es abstracta?

¿Qué decir, entonces? ¿Es un problema de fe? ¿Es un problema de ciencia?

Puesto que la cuestión es altamente compleja y mi ambición no llega a dar respuestas esclarecedoras, y creo realmente que nunca hay respuestas esclarecedoras al cien por cien, os invito a todos a proponer. Y, como dice el gran Antich, las categorías estéticas difícilmente se excluyen entre ellas. Lo que sí está claro es que, en el fondo, toda pintura surge de una realidad, sea cual sea.

10 de julio de 2008

Sergio Algora, un soplo en el corazón.

Esto no es una otra necrología como cualquiera que relata los hechos de un fallecido, si queréis leer o conocer a Sergio Algora, os consejo la crónica del gran Diego Manrique en El País del 10 de Julio que se puede seguramente encontrar en su pagina Web.

Ayer, antes de ir a ducharme puse la radio y a mi sorpresa toco un tema de El Niño Gusano, “por fin”, me dije a mi mismo. Que una de las mejores radios alternativas y de estado como es Radio 3 pongan uno de sus temas, tanto tiempo después de su separación. Ya no son de moda ni al día, me dije. Yo feliz pensé que se recupera de cuando en cuando los grandes temas y las buenas canciones para ponerlas. Y hací, contento como un tonto, hice mi vida. Pero como muchas veces se rinde tributo a los grandes artistas una vez fallecido, de esto ni llegué a pensarlo.
Hoy mismo, abriendo El País vi una colona consagrada a el, me supo raro otra vez tanta repercusión mediática, y la realidad de la pagina y sus típicas fotos blanco y negro con un tono de azul me hizo entenderlo. No podía creérmelo, alguien tan joven, tan original, tan vivo en sus actividades que se vaya así. Por un problema cardíaco.

Ya volveré a añadir a esta colona detalles o escribiré mas sobre el tema, porque nada me sale ahora para poder valorar la perdida de una tan grande persona como era el. Sobre un estupendo artista que quería conocer, que hubiera podido llegar a hablar con el un posible día, que sea no lejos de aquí en la linda ciudad e Zaragoza, en su bar favorito, tomando y discutiendo con el. O en su residencia segundaría que tiene a Alicante, tierra mía. Donde hable con un responsable de la Fnac sobre el, comentándome que es un gran tímido y grande persona. Verlo en un concierto me hubiera seguramente sobrado para guardar su leyenda viva y mi admiración por el.

No sabia que titulo ponerlo a este articulo, una canción suya no seria mal, como El Rey ha Muerto, Moreno campeón, Mira el péndulo pero mejor no. Le pega mejor “Un soplo en el corazón”, que es el titulo de otro gran grupo de pop en Español de la ultima década que son los de Donostia, la banda Family.

9 de julio de 2008

La caja lista

A mí me parece fantástico que haya cinéfilos, son gente muy necesaria. Yo no me considero cinéfila; en fin, me gusta mucho el cine, pero apenas he visto Bergman, odio a muerte a Antonioni i digamos que el cine francés en general —diremos, de hecho, que lo francés en general— me aburre poderosamente. Ah, y adoro los musicales, cuanto más horteras mejor. Diremos que Jesucristo Superstar me parece una película brillante con canciones ideales para cantar por la calle volviendo a casa por la noche. Es decir, que lo que humildemente exigo del cine es, al final, entretenimiento, no muy banal, y sí muy ajustado a mi mentalidad un poco retorcida. Pero sigamos.


Yo amo profundamente las series de televisión. No todas, claro: de hecho, haría abolir Antena 3 y prohibiría, por ley, que existiera algo, cualquier cosa, llamado Sin tetas no hay paraíso. ¿Por qué amo algunas series de televisión? Porque nunca he visto en el cine una creación como Doctor en Alaska. Porque no se puede hacer una película que englobe todo lo que ha dado de sí El Ala Oeste de la Casa Blanca. Porque, pese a que lo intentaron, la grandeza de Homicidio estará siempre relegada al electrodoméstico. Y sólo digo las tres primeras que se me ocurren.


Son lenguajes diferentes, por supuesto: el final de Casablanca no tiene mucho sentido en una televisión. Tomemos el caso de Doctor en Alaska. Siendo muy consciente de que si la televisión, como decía Pierre Bourdieu[1], significa la democratización y, con ello, la vulgarización y masificación de la información —a eso el gran Umberto Eco lo llamaría ser “apocalíptico”[2]—, Doctor en Alaska precisamente le quita a la tele el calificativo de “caja boba”. En ella, lo que menos importa es que el recientemente licenciado doctor Joel Fleischmann esté destinado al imaginario pueblo de Cicely, Alaska, sinónimo de “el ano del mundo”. Lo que menos importa es que se tope con gente que come hamburguesa de alce y que es capaz de ayudar al expresidiario locutor de radio a construir una catapulta para lanzar una vaca por los aires y vivir “un momento de extrema pureza”. Cabe decir que al final lo que acaban lanzando es un piano (lo siento, Antípodas). Lo que menos importa es que Maggie, su casera y piloto de avión, sea una reprimida sexual que le ama secretamente y que no tiene novio que no muera en extrañísimas circunstancias. Lo que menos importa es Adam, mi personaje favorito de la historia del universo televisivo, una especie de ieti que nunca se calza, vive enmedio del bosque como un salvaje, cocina como los dioses, es más borde que House al cubo y nunca se llega a saber si perteneció o no a la CIA. Nada de eso importa demasiado, es sólo la columna vertebral de algo mucho más complejo y fascinante.


Lo que verdaderamente importa en Doctor en Alaska son los abundantes momentos de extrema lucidez filosófica, las sutiles frases dichas casi inintencionadamente gracias a las fastuosas interpretaciones de todos y cada uno de los actores; es el entramado completamente surrealista que envuelve sobretodo las tres primeras temporadas, llenas de momentos mágicos —en sentido literal y figurado— y que, en el peor de los casos, le ofrece al espectador, seguramente despistado al principio, una lección de vida, una lección de vida, sí, en cada uno de los capítulos. No me preguntéis de qué va, porque ni siquiera lo sé muy bien. Pero gracias a Dios que existe esta gran muestra de que en la televisión se pueden ver creaciones maravillosas que le dan a esta seriéfila un poco de esperanza en nuestra pobre raza.


[1] Sobre la televisión, 1996.
[2] Umberto Eco mola y su Apocalípticos e Integrados (1964) también.

Haneke dixit



Hace unas semanas, llegó a los cines Funny Games, “esa monstruosidad que parió Haneke”(Boyero dixit) para cerrar el primer siglo del cinematógrafo (1997). Y llegó con la publicidad que corresponde a una producción Made in USA, predecible desde aquel extraño día en que el director alemán anunció que su remake sería una copia plano por plano del original. Si bien el ejercicio, como ejercicio, puede resultar absurdo, genera la expectación de enfrentar al gran público con una película “rarita para las masas” (narrador dixit). Pero si usted no es masa y encontró en la cinefilia o en el azar del pasado el visionado de la original alemana, siempre podrá jugar a buscar las diferencias (poquitas) o a confrontar el efecto del cambio fonético en la experiencia estética de la película (que debe ser algo políticamente incorrecto, pero bueno). Más allá de todo eso, sería pertinente aclarar el papel del espectador en Funny Games como contrapeso formal a toda la literatura sobre la violencia gratuita, el sadismo o el horror hanekiano que colapsa las críticas cinematográficas de los periódicos. Así que, sin ánimo de criticar al crítico, esto que leen es un tanto antiboyerista (nótese el juego de palabras que realiza el autor. Antiboyerista se refiere al artículo de Carlos Boyero en el País, que tiene a bien poner a su disposición en un link para quien quiera leerlo; a la vez, se asemeja mucho al término antiboyeurista, que aludiría a la incomodidad del espectador que no siente placer en su mirada, sino cierto horror y rechazo que imposibilita su ocultación. N. del T.)


Un espectador se siente agredido en Funny Games, profundamente incómodo, porque Haneke se preocupa de hacerlo cómplice, de interpelarlo continuamente para frustrarlo en cada ocasión. Digamos que el público es un actante pasivo de la acción, los personajes lo toman en cuenta y actúan para él. Es el interlocutor elíptico de una película pornográfica: “esto es lo que quieres ver, ¿verdad?, esto es lo que te gusta”. (bueno, que así se imagina el autor los diálogos de la pornografía, más allá de otras onomatopeyas... vol dir, que no es que sea un experto, vamos... N. del T.)


Lo desagradable en Funny Games es esta inclusión hitchcoquiana del espectador, de manera que su complicidad lo conmina a un sentimiento de impotencia y lo juzga en su connivencia. No es, entonces, la violencia gratuita por sí misma, la que preocupa al espectador. Pensemos que mucha de la violencia de Tarantino tiene el componente humorístico propio de las exageraciones, de las caricaturas. Pero Haneke procede con elipsis en los momentos de hiperviolencia, lo que acrecenta la sensación de realidad.


La ruptura de las convenciones adquiridas por el espectador a través de cien años de historia cinematográfica, pertenece a la idea originaria de frustrar las expectativas del público, razón por la que es necesario, en primera instancia, crearlas. Haneke no rompe con el lenguaje, ya que le interesa la comprensibilidad, rompe con el discurso, con el nivel semántico.


A este respecto, se deben tener en cuenta las ideas de Kubrick con respecto a la materialización y desarrollo de lo siniestro y las razones argumentales que inspiraron la filmografía violenta y la psicopatía a lo largo de la historia del cine.



En estas razones formales se encierra la complejidad de una obra que pasará, con pena o con gloria, como una más de esas películas violentas no aptas para considerarlas bajo diatribas filosóficas ni maestrías artísticas. Sin embargo, parece más interesante observarla bajo estos principios que bajo la retórica del miedo y el espectáculo violento. Eso sí, la película sigue siendo una experiencia fascinantemente desagradable, se dixit como se dixit.

6 de julio de 2008

KURT RUSSELL, BORN IN THE USA


Kurt Russell lleva casi toda la vida detrás de las cámaras, lo que le hizo tener una sólida formación y una larga experiencia en el mundo de los rodajes. De esos cuales sean, para la televisión, que sean tanto en series para adulto o un público juvenil o también en las películas que rodó. Empezó muy temprano, en los 60, a los diez años ya estaba en la escudería Disney haciendo papeles en series juveniles.

Kurt es al igual de sus personajes, un hombre libre que lucha en lo que cree y con la sonrisa del típico vaquero americano. Con su aspecto tan simpático de fuera pelea para recuperar a su mujer, luchar contra los malos, hace el psicólogo o cuando intenta matar a chicas en sus diversos papeles a lo largo de sus películas.
Representa el tipo Americano, guapo, fuerte, simpático, trabajador, que sabe pensar pero como claro, siendo de derecha.





Es, como ya subrayo, el prototipo del simpático americano, y que casualmente fue ligado a otro símbolo de cultura moderna de los estados Unidos, el de Elvis Presley.
Uno de sus primeros papeles en la industria del cine fue de darle una patada al trasero del “Rey del Rock” siendo niño, después jugó en un telefilme donde relataba la biografía del de Memphis, hasta hoy considerado como su mejor biopic. Hizo de su voz en la película Forrest Gump, cuando con el corredor de fondo siendo niño comparten un rato enseñándole sus mejores pases de baile que le harán alcanzar la fama.
También en Destino Graceland, hace de fan de Elvis y vuelve 20 años después a ponerse el traje y llevar el peinado toupet para visitar Las Vegas.
No se acaba aquí su particular relación con los prototipos del típico hombre americano, pero esta vez más en las maneras de ser, de comportarse. Su gran amigo, y el que lo descubrió, John Carpenter, le solicitó para componer el papel de Snake Plissken, el típico antihéroe, el que pasa de todo. Para esto, su director le pidió coger el acento y las maneras del Duque, John Wayne, para poder darle un toque más del Oeste a su película post-apocalíptica Rescate en New York.
Otra véz con el maestro del horror hizo de otro personaje del Oeste, el que muchas veces no tiene nombre en sus papeles, es decir Clint Eastwood. La otra figura del género, que Carpenter quería para interpretar el papel de Mac Ready en La Cosa, que finalmente compuso Russell. Como el quería y veía el personaje; al final su amigo interpreto un líder taciturno de un grupo en crisis frente al peligro.


Supo perfectamente hacer el secundario, o un papel de apoyo a lo largo de su carrera en Hollywood, tiene el físico, el carisma y sabe actuar. Todo esto para poder poner una película a un nivel mas de que se le puede esperar de un producto “Mainstream” en Hollywood.
De hecho gracias a la ayuda de su amigo Carpenter supo jugar con su imagen y poder interpretar con el papel que no parecía para él y saber, y poder más que nada, hacerles creíble en contextos diferentes.

Ha sabido usar su particular físico y su buen genio para hacer de antihéroe con Snake Plissken, el tío que pasa de todo y que se ve obligado a salvar el mundo, y mas que nada a Estados Unidos (“ I don’t give a fuck about your president!!!”, es su tema a cada vez).
Todo lo que desprende Kurt Russell, esta fe ciega en una forma de ver, de entender los Estados Unidos y su modelo de gente que son así, de la tierra, amable ael estilo en su forma de vida Americana. Supieron aprovecharlo en su carrera común para poder trabajar en personajes siempre diferentes a la largo de los años.



También actúa, y saben los dos compadres hacerlo muy bien, jugar con la atracción de espectador, con la encarnación de un ideal que sepa hacer cargo Kurt, interpretando con un bien físico un personaje muchas veces al límite de lo que se espera de él. Con al mando su querido amigo John, que siempre estaba de echo al margen de Hollywood.




Supieron jugar con la imagen, variar el foco sobre el personaje o la situación. Con su actor fetiche supo recrear, gracias a el el molde o el tipo de personaje al estilo John Wayne, de creído, o Clint Eastwood en una situación dada que esta en el registro del genero fantástico, muchas veces gracias al talento de Kurt Russell. En una entrevista supo definir su trabajo, su filosofía que compartía con Carpenter en los rodajes y en la manera de ver y entender el cine, y su cine en partícular que es la integridad.
La de hacer lo que creen, sin pensar en el publico y aun menos en la critica en general, pasar por lo alto las consideraciones y hacer en lo que uno cree para el papel o una película.


En este caso podemos aplicar y convalidar la citación de Alain Bergala con el caso que estamos viendo, “el cine norte Americano destruye los decorados y conservas los cuerpos, mientras que el cine Europeo, conserva los decorados y destruye los cuerpos.”

Hoy en día, y en su último papel encarna todo un icono del cine para Quentin Tarantino, lo recupera de sus tiempos de gloria para que haga de asesino psicótico con su coche fantástico e infernal en Death Proof. Lo que ha atraído a Tarantino en el, es su fenomenal carrera, su lealtad, su forma de actuar y lo que representa en el mundo del cine. Para Russell es todo un halago de un director con tanta fama y reconocimientos hoy en día que lo llame y que le recuerde su gran época dorada, a pesar de no ser tan joven ya, que ya se notan sus arrugas. Pero para el es un papel más de lo cual va a hacer suyo.
Pero no lo hace como unos artistas hacen galas siendo viejos y repitiendo sus grandes éxitos haciendo guiños a sus antiguos fan, que es lo más has been que puede ocurrir. No, para nada, el interpreta cosas nuevas, haciéndolas suyas pero con al timón el pincha disco que es Tarantino.
Hasta el papel de asesino resulta simpático en sus manos, lo hace divertido y atractivo, cobarde al igual de loco, para dar mas matices a sus papeles, como muchas veces el sabe hacerlo.


El aceptó perfectamente adaptarse a las fantasías de Tarantino, de entrar en su mundo post moderno de cine, de resucitar gracias a él una forma de cine, de ser un personaje más de su escaparate. Pero siendo siempre y todavía un actor, un buen actor que interpreta un papel. Porqué el también, de un modo proviene de esta forma de ver y entender el cine, de producciones barata, de diferentes formatos, de trabajo bien hecho y cumplido , esto es la forma de ver el cine para Kurt Russell, y si con el director se acoplan, pues perfecto, entienden el cine de la misma manera.