2 de septiembre de 2008

Y sí, todo ángel es terrible

[...]

Voces, voces. Escucha, corazón mío, como antaño
sólo
escuchaban los santos: que la enorme llamada
los levantaba del suelo; ellos, no obstante, seguían,
imposibles, de rodillas y no se daban cuenta:
Así estaban escuchando. No es que tú pudieras so-
-portar la voz
de Dios, ni mucho menos. Pero escucha lo que sopla,
la ininterrumpida noticia que se forma como el silencio.
Se oye ahora el murmullo de aquellos muertos
jóvenes, llega hasta ti.

[...]

Extraído de la Elegía I de las Elegías de Duino, de Rainer María Rilke, edición de Eustaquio Barjau (con este nombre, todos le habríais citado, yo lo sé).

Bienvenidos a la muerte del verano.

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