2 de febrero de 2009

farewell to thee


Con qué facilidad se desprende uno de las cosas. Con qué desinterés deja atrás lugares, personas, momentos, historias, que en la mayoría de los casos habrán aportado a la vida de uno un par, o tres, o cuatro instantes de plenitud extraordinaria, cuando los dioses han maniobrado para que suciedera, allí y entonces. Con qué ingratitud salimos por la puerta sin darnos la vuelta ni un segundo, haciendo borrón y cuenta nueva, que aquí no ha pasado nada. Qué hipócrita es nuestra memoria, incluso cuando nos bombardea con recuerdos indeseados, con sentimientos de culpa, con errores, con arrepentimientos que yacían enterrados hacía años; también cuando desempolva una broma, un amigo, una idea, un amante que creías haber olvidado. Qué frágiles son nuestros vínculos con las cosas, de qué manera más extraña nos sobreponemos a las pérdidas. Nuestro cuerpo y nuestro cerebro van en direcciones contrarias pero uno se deja llevar, pues para qué vas a estar comiéndote la cabeza con paranoias (sic). Se acabó y punto.

Mis respetos a todas estas cosas que últimamente abandono y me abandonan.


Foto: Thomas Eakins, Autoritratto con John Laurie Wallace, ca. 1883

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