20 de abril de 2009

4 / Tombola - Cementerio


No se puede en unas cuantas líneas ni tampoco en unos libros apreciar la figura y el genio de alguien, seria como hablar al viento, elogios inútiles para convencer. Escribir, poner palabras de halago sirven de poco para poder medir el talento de alguien. Solamente hay que constatarlo por si mismo, leer, apreciar el trabajo, notar las matices de su autor y de su mundo para poder tener una mínima idea, tan siquiera del talento, o no de alguien. Perderse en los textos de un autor puede ser lo mas grande para comprender y apreciar su obra y una visión del mundo otra que la suya.
Este será la vitrina de una idea que me vino para demostrar como la literatura, tan siquiera emergida de un blog, puede llegar a imitar y influir en la vida misma. Ese es el caso de Sergio Algora, de lo cual ya dediqué un articulo el pasado verano cuando falleció, me prometí volver a escribir sobre el tema pero de un modo diferente. Mi punta de partido es un articulo que me llamo la atención en su blog por situarse en mi ciudad, Alicante. Y de lo cual, yo me convertí, de una forma en uno de sus personajes.
Alicante es una ciudad costera, típicamente turística y que no pasa de moda en verano. Tiene su gracia y sus limites. En las tierras ya empieza la dureza de su vida por ser una tierra muy seca y se parece a un decorado de película del oeste, con ciudades de por medio.
La única línea de autobús que iba de su piso hasta su bar favorito era esta, la Tombola Cementerio, línea 4, nombre gracioso por si mismo. El mismo que veía este autobús pasar mi barrio antes, desde entonces su nombre a sido suavizado, como lo demuestra esta foto. Y de lo cual elude Algora al final. Porque el nombre este impacta mucho, es como el nombre del cineasta Jesús Franco, es una mezcla surrealista como combinación disparata, pero real.


A partir de allí cuando yo pillaba otro bus y que veía pasar esto, o cuando lo veía detrás del mío me reía casi siempre, o me salía una sonrisa terrible para estar solamente en una parada de autobús urbana. Me recordaba tanto a este artículo un tanto fatalista que esta mezcla de dos barrios unidos en un letrero. Pues bien, una vez tuve que cogerlo para ir hasta un centro comercial algo lejos y en su recorrido. Entrando le dije al conductor indicarme la parada mas cercana y me fui a asentar, no solamente le corresponden a los viejos este privilegió de preguntar, los tontos también. Ya había ido allí unas veces en autobús, no recuerdo si era el mismo u otro, pero tampoco era solo. Me confié por exceso de confianza sin enterarme del mundo exterior.
En el camino veía el dichoso centro comercial, al principio de cerca, y poco a poco alejándose de el , no sabia que pensar, si tenia lógica que no nos acercamos de él, por pasar por otra parte a lo mejor , llegue a pensar. Cuando vi que ya no fui a preguntar al conductor de que iba la cosa, me comento que ya estábamos al lado del cementerio, yo le recordé que me dijera que iba al centro comercial, a ver que me dice ahora. Me contesto detrás de sus gafas que hizo una señal y que no la vi. En este tipo de ocasión te callas entonces y compartes la culpa del error.
Entonces llegamos al maldito cementerio este, vaya suerte me dije. Equivocarme, aguantar aquí una tontería como el azar. Esperando le pregunté al chófer cuando se iba, era en media hora y tenia que pagar la vuelta, como era el mismo trayecto. Ya era mucho para mi, esperar y aguantar este tipo, me cansé de esta situación, me decidí ir al comercio este a pie como no parecía tan lejos.
Me fui bastante enfadado, contra mi mismo, este conductor calvo y esta situación tan tonta.
Entonces tuve que atravesar un barrio que era una chabola, no había carreteras de alquitrán, coches tirados por el medio, casas echas de material recuperado y gente allí mirándome de por medio. No sabia que hacer, solamente caminé sin darme la vuelta para pensarlo. Después de media hora, vi otro bus pasar de ida y el mío pasar delante. Me equivoque varias veces de calle, cogí callejones, tuve que dar vueltas teniendo mi meta a la vista.
Al final llegue al centro este, ya cansado para recorrer sus plantas, pero contento por una vez de recorrerlas porque me salí con la mía. Frente a esta situación de la cual era espectador del autobús que me causaba gracia. Fue yo por error adentro, como si de un castigo se trataba por encontrar un hecho irónico a mis ojos.

Todo esto para decir que cuando se trata de leer, ver algo no hay que mirarlo con ironía. Hay que perderse adentro, dejarse llevar, a veces el viaje necesita un buen tema.

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